jueves, 10 de abril de 2014

Sangre en el castillo de Almansa


El castillo estaba envuelto en una atmósfera lúgubre en contraste con la pequeña ciudad almanseña que disfrutaba como todos los veranos de una fresca noche veraniega. Nadie se imaginaba el terrible secreto del castillo, la verdad de las muertes, ni tampoco la tormentosa situación en la que se encontraban las últimas víctimas.
María, la única sobreviviente, veía con sus propios ojos la figura de una mujer esbelta y pálida como la luna que despedía su preciosa luz sobre sus rostros acercarse poco a poco a ella portando un cuchillo. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo, tragó saliva, miró al suelo y allí estaba, tendido boca abajo, su novio, chorreando sangre de su cabeza yendo a parar a sus zapatillas rosas. En cuanto a sus otros amigos, no sabía dónde estaban, de modo que empezó a gritar sus nombres a la espera de una contestación. Le entró aún más el pánico cuando Sebas la susurró al oído

;entonces, gritó lo más fuerte posible haciendo despertar a la gente de alrededor.
La tarde del mes de junio se presentaba sofocante. El sol reinaba solitario en el cielo impoluto con una fuerza más abrasante de lo normal a la vez que corría por las calles almanseñas una ligera brisa cargada de calor. No obstante, la gente intentaba superar el ambiente sofocante y lo que para algunos era lo peor del mundo, el tedio.
Con todo esto, una pandilla de adolescentes se congregó en las escaleras del castillo teniendo previsto pasar la tarde allí después de haber paseado un buen rato con helados refrescantes en las manos. El plan se le había ocurrido al recientemente aceptado en el grupo gracias a su facilidad para conseguir marihuana. Se llamaba Sebastián pero todos le llamaban "Camello". Aceptaron enseguida sin queja alguna pues tenían todo el albedrío que un chico de sus edades podía tener pese a la historia que se rumoreaba del castillo.
Después de pagar las entradas subieron parsimoniosamente mientras hablaban.
-¿Sabéis que la Alicia le ha pedido salir al Pedro?-dijo Cristian con tono sorprendido.
-Es una puta. Para ella los tíos son como los condones, de usar y tirar. Por eso no van a durar ni dos días y si el chico lo hace bien, tres.
-¿Y tú que sabes?, a lo mejor duran un mes.
-Entiéndelo Fran, es el más cañón del insti.-habló Saray en defensa de su amiga.
-Tu dale lo suyo y veras que no se te va a ir volando.-dijo Cristian riéndose.
-Tú solo eres mía, chiquita, de nadie más.-Fran le dio un beso con lengua.
-Ya, cari, deja pa después.-lo apartó de su lado un poco molesta.
-¡Es que estás buenísima!-le dio una palmada en el culo.- ¿Te has traído la pistola?-se lo dijo al taciturno Sebas.
-Claro.
-Perfecto, vamos a divertirnos un poco-se la quitó de las manos y se agachó sigilosamente al suelo. Con pasos lentos se acercó a una paloma blanca.
-¡Tío, que te puede ver alguien, guarda eso!-exclamó Cristian.
-No seas aguafiestas. Si es de juguete, además ¿tú ves alguien por aquí?-su mirada topó con un abuelo que se encontraba sentado en el banco-bueno si, ese vejestorio. Tú que miras viejo de mierda. Vete a tu puta casa.-el pobre anciano no tuvo más remedio que marcharse muy molesto. La mirada de Fran era amenazadora. Todos lo conocían por ser un chico impulsivo, pocas veces se callaba cuando algo le enfadaba.
-Ya veréis como os vais a divertir-apuntó y le dio en toda la cabeza.-esto es la ostia. Ya me decía mi padre: "Cuando disparas a alguien notas el poder sobre esa persona, te crees el amo de su vida y cuando ves el cuerpo ensangrentado te invade una sensación de euforia incomparable."
-¿Tu padre es...?.-preguntó Saray.
-Sí, estuvo en la cárcel por asesinar a unos gilipollas. Asuntos de dinero.
-Vaya, no sabía nada.-dijo María.
-¡Que cabrón!, le ha dao en el blanco, nunca mejor dicho-rió Cristian.
La noche se les echaba encima. Poco a poco el sol se despedía por el horizonte dejando una imagen preciosa, digna de una foto.
Habían terminado como en un principio sobre todo Cristian y Fran estaban decididos a hacer. Se sentaron apoyados en uno de los muros del castillo para darse el lote. Momentos después Sebas los interrumpió.
-¿Qué os parece pasar la noche aquí? No tenéis huevos.-dijo Sebas.
-Tengo más que tu.-respondió Fran
-Y yo el doble que vosotros. ¿Y vosotras?, ¿os atrevéis?
No lo sé. A mí me da un poco de cague. No quiero ver a la dama de blanco.
-Eres una niñata llorona, Saray. Seguro que no puedes dormir con las luces apagadas.-dijo Cristian.
-La historia es real.
-¿En serio?, ¿me follo a una chica que cree en los fantasmas?-dijo decepcionado Fran.
De pronto escucharon unos pasos acercarse a ellos así que rápidamente, se dispersaron para esconderse. Entonces cayeron en la cuenta de que se trataba del guardia, un señor escuálido con barba cana. Después de comprobar el lugar, bajó por las escaleras.
-¡Que susto!-exclamó Saray.
-Entonces, chicas, ¿nos acompañáis?-preguntó Sebas.
-Venga, vale.-Saray aceptó mirándolo fijamente. No podía resistirse a sus ojos azules.
-Yo me quedo si me regalas pastillas.
-De acuerdo.
De pronto apareció un gato blanco. Sebas lo cogió dándole mimos.
-Esta gata es de mi hermana. Dice que quiere jugar.
-¿Tu hermana?
-Si, Cristian, vive aquí. A estas horas sale en busca de alguien con quien pasar el rato.
-¿De verdad? Estas chalao hijo mío. Esta gata quiere morir, me lo está implorando.-bromeó Fran.
-Ya está muerta.
-¿Qué?-se sorprendió Fran.
-Nada, es broma. ¿Jugáis? Es muy fácil. Tenéis que atraparla. Quien lo haga antes de las doce vivirá, quien no, morirá.
Todos se rieron pero finalmente aceptaron, solo por entretenerse en algo. Cada minuto era oro, sin embargo se lo tomaron muy tranquilos, fumándose un porro mientras lo buscaban.
Entre tanto Saray hablaba con el rarito, aprovechando la oportunidad para conocerlo mejor ya que su aire misterioso la atraía. No era la primera vez, ya desde el anterior mes intentaba saber más de él aunque constantemente la rechazaba, aún así seguía empecinada en su propósito. A ratos lo miraba de soslayo y le dedicaba una sonrisa pícara pero no reaccionaba, parecía que era un chico tímido. Pese a todo, terminaron en el interior de la torre del homenaje liándose hasta que Fran los sorprendió. Entonces sacó su arma y le apuntó. Para suerte de Sebas, no tenía balas por lo que Fran se armó de cólera descargando sus puños contra él, que no tuvo más remedio que defenderse con la botella de cerveza anteriormente rota por la mitad. En un arrebato de rabia este actuó con los ojos inyectados en sangre. De sopetón, el agredido cayó al suelo al mismo tiempo que la luz del móvil de María se apagó. Por momentos el pánico se adueñaba de su cuerpo profiriendo gritos sin cesar y más aún cuando presintió que una mujer vestida de blanco se acercaba a ella con un cuchillo largo. Después de decirle esas palabras, Sebas cambió de planes.
-Andrea, ¿te parece bien que le enseñemos los cuerpos de sus amigos?, vamos a dejar que se despida de ellos, por lo menos eso.
La mujer asintió con la cabeza como una loca.
-¿Dónde has dejado los cuerpos?
Ella apuntó con el dedo arriba. Así pues, subieron por la escalera de caracol. Allí estaban, empalados, con los ojos abiertos de par en par contemplaban las vistas empapados de sangre.
María se quedó petrificada. ¿De verdad le estaba ocurriendo eso a ella?, ¿iba a morir de esa manera por unos fantasmas? Hasta la palabra fantasma le llenaba de asombro.
-Mira, te vas a salvar. Pero con una condición. Tienes que follarme como cuando lo haces en tus sueños. Seguro que te masturbas pensando en mí.-empezó a acariciarla lentamente el pelo, el cuello, los senos...mientras ella lloraba desconsoladamente.-tranquila, no somos fantasmas. Es una chorrada que me he inventado para atraer a gente como vosotros aquí. Vivo de la venta de órganos y otras cosas ilegales.-rió a carcajadas.-pero tú serás la afortunada. Solo te violaré, pero si te niegas-su rostro se le ensombreció.-te torturaré hasta que me canse y peor si le cuentas a la gente esto, pero bueno, por eso no me preocupo porque nadie te creerá. Ella es mi hermana, está un poquito pallá. Se llama Sandra.-rió.-Sandra, saluda, no seas maleducada.
-Hola.-saludó fríamente con la mirada perdida.
-Y por tus amigos no te preocupes que están vivos, de momento. Estos son muñecos. Oye pero muy bien trabajados.
-¿Donde están?
-En unos sacos guardados.
-Quiero salir de aquí.-gritó
-No sin antes hacerme un trabajito
Lloró desconsoladamente.
Se la sacó y ella empezó pero de pronto le mordió fuertemente. Aprovechando que estaba en el suelo muerto de dolor se apresuró a salir cuanto antes de allí.
-¿A dónde vas, zorra?-fue el momento en el que cogió el cuchillo y se lo clavó por la espalda.
Segundos después aparecieron tres chicos y el gato.
-Trabajo acabado.-dijo Sebas.- vámonos.
Nunca encontraron sus cuerpos.

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