lunes, 16 de febrero de 2015

TINTA DE SANGRE

Todo lo que me ocurrió ayer desde el principio hasta este momento se va a quedar plasmado en estas páginas a modo de desahogo. Estoy muy convencido de que quien lea esto no me creerá, es posible que me trate de loco. Lo comprendo, pues yo tampoco me lo creería. Empezaré desde la madrugada. Creo recordar que eran las cinco en punto cuando me echaron de malas maneras del pub. Dando tumbos inicié mi largo recorrido por las inhóspitas calles de Oakbak hasta mi habitación. Me encontraba totalmente mareado. Lógico, después de haberme tomado las cuantiosas copas de whisky,(desconozco el número concreto) lo extraño es que todavía no hubiera vomitado, pero estamos hablando de un alcohólico veterano. Había acostumbrado al estómago a beber de esa forma. La oscuridad de la noche interrumpida en pequeñas zonas alrededor de las farolas alineadas unas detrás de otras, cuyas luces ligeramente encendidas, titilaban sin parar. Así pues, a menudo me tenía que parar para no chocar con algo. El hostal para los pordioseros o Los Sin Futuro que es así como la gente extranjera e incluso nosotros mismos nos llamamos quedaba al sureste de la ciudad, cerca de los bares de mala muerte del fundador de esta, a la vez que el mafioso más poderoso del estado de California llamado Joe, más conocido como El Temido. No obstante, ya que se hacía costumbre ir al mismo sitio de siempre había desarrollado la capacidad de memorizar una serie de objetos o pistas para no perderme, a pesar de estar en un estado lamentable. Mis movimientos eran totalmente automáticos. De este modo me encontraba ayer en la fría madrugada del catorce de febrero. Precisamente aquella no tenía ni luna ni estrellas, pero, eso si, el silencio más perturbador, acompañado de la negrura macabra, creaban por doquier una atmósfera que a cualquier persona que estuviese con sus cinco sentidos sentiría un temor difícilmente descriptible. Para mi, los pequeños ruidos de pisadas de charcos en las calles sin salida, cubiertas por un telón de oscuridad, puestas paralelamente entre sí, el inesperado susto de los felinos negros y salvajes saliendo de lugares extraños y corriendo rápidamente a otro sitio para no ser atrapados, el sonido sibilante que hacía el viento el cual al mismo tiempo construía una melodía estremecedora moviendo las hojas de los árboles, los papeles tirados por el suelo, las bolsas, el impacto del viento en los cristales de los pisos...me traía sin cuidado, es más, ni siquiera me causaba una pequeña sensación de terror. Según creía estaba curado de espanto. Además, era un HOMBRE. Nada ni nadie me podía dar miedo porque me consideraba fuerte, de los que ya no hay. En parte tenía razón. Entro en lugares que a los demás compañeros les produce auténtico pánico. Pero en otra, en el más profundo y verdadero ser interior, esa parte que escondemos todos, me advertía de lo contrario. Un NO rotundo. Hace tiempo, cuando descubrí la otra cara de Jack, cambió mi vida por completo, la vida misma me enseñó una elección. Se trataba de mi abuela, a la que había visto sufrir tanto a lo largo de su vida que los diversos batacazos la habían hecho fuerte, lo bastante como para levantarse una y mil veces si hiciera falta.




—De eso es lo que se trata la vida, mi querido Jack. Que nada ni nadie te impida a levantarte del suelo y seguir hacia delante en busca de tu objetivo.—me dijo minutos antes de morir al mismo tiempo que me despeinaba con su mano flácida llena de manchas.


Por aquel entonces no estaba preparado para el dolor que me produjo no volver a verla nunca más, ni creo que lo estuviese algún día. Creo que nadie en ningún momento lo llega estar.


Era una tarde de verano calurosa. Había pasado todo el fin de semana cuidándola, a su lado, diciendo para mis adentros que ella permanecería para el resto de mi vida. Me hice vagas ilusiones, sabía que no podía ser así, que tarde o temprano nos dejaría a todos sin poder soportarlo, pero rogaba a Dios que por lo menos no fuese ese domingo tan alegre.


—Hazte a la idea que permaneceré en vuestros corazones para siempre. A todo el mundo le llega su final, incluso a ti. Forma parte de la vida.


Tenía treinta años, ya había logrado ocupar un puesto de reconocimiento dentro de la policía, sin embargo cuando de sus ojos brotaron lágrimas, las cuales bajaban lentamente por su tez arrugada haciendo movimientos de serpiente hasta parar a las comisuras de sus labios, no pude evitar llorar como un niño pequeño asustado. Fue en aquel momento cuando acepté que le temía terriblemente a perder un ser tan querido como Emmita. Minutos después de entrar en un eterno sueño no volvió a abrir los ojos nunca más.


El caso es que durante el trayecto me percaté de la especial soledad que me envolvía. Todos sabíamos que en Oakbak las cosas extrañas dejaban de serlo hasta tal punto de volverse cotidianas. Últimamente daba la impresión de que se había apagado más de la cuenta. Donde antes las calles por donde esa noche pasaba te podías encontrar con algunos vagabundos, numerosos, por cierto, ya no estaban. Lo más seguro es que estuvieran muertos. Como mi hija y mi esposa, o Teddy, mi antiguo compañero de trabajo, al igual que muchas personas más. El causante de todas estas desgracias, nadie se puede hacer una pequeña idea. Solo se que mi felicidad se desvaneció repentinamente. Todo empezó con la muerte de mi niña Susan, la cual di con su cuerpo en una casa abandonada hace unos meses atrozmente mutilado. Sus bracitos habían sido arrancados mediante el estiramiento con cuerdas atadas a unos barrotes. Sus piernitas también y su cabecita desplazada a mucha distancia con respecto a los demás trozos de su cuerpo. Esa noche solo tuve ganas de morirme, nada más. O, bueno, si, además de matar al hijo de puta que le hizo eso. La siguiente desgracia me produjo graves problemas mentales. Hasta hoy mismo no he sabido recuperarme. Sería incapaz de hacerlo algún día. A las siguientes horas de que pasara todo aquello me pregunté cómo fui capaz. Una persona normal no hace que culpen a su hijo y lo encarcelen por haber matado a mi esposa. A ella la maté yo. ¿Involuntariamente?, no creo. Fue a propósito pero de alguna forma me entiendo a mí mismo. La rabia contenida, la impotencia de no poder atrapar al asesino me llevó a descargar contra Katerina. La ODIABA, no me hago la idea ni yo mismo de cuanto. Cada vez que soltaba una somera palabra por la boca, explotaba, malhumorado, como si tuviera toda la culpa de los problemas. Lo que antes era amor puro y verdadero se fue convirtiendo en grandes dosis de desprecio. Ocurrió en la segunda planta de nuestra casa. Estábamos discutiendo acaloradamente sobre cosas triviales. Normalmente lo hacíamos pero no como para empujarla hacia las escaleras. Quería que se callara, solo eso. Lo próximo me dio la sensación como de estar montado en una montaña rusa precipitandome a toda velocidad hacia el oscuro abismo. Perdí el trabajo, mi prestigio, la casa, el coche, el respeto, mi familia… vinieron otras amigas. El juego, el alcohol y las drogas. La madrugada anterior solo había consumido alcohol del único dinero ahorrado que tengo. Bastó para evadirme de mi triste y tétrica realidad.


Dos minutos y por fin, con mucho sacrificio llegué al hostal.Toqué la puerta repetidas veces. La señora propietaria me abrió la puerta con desagrado, dedicándome una mirada de soslayo. Me sentí como si hubiera entrado en un lugar donde sabía que me iban a matar tarde o temprano.


—¿Qué pasa con la luz?.—dije después de entrar.


La Gorda que es así como se me viene a la mente sus carnes llevaba en la mano un candelabro antiquísimo, tanto como ella.


—Se han fundido las bombillas.


Subí a la tercera planta. Habitación número treinta y nueve, la del fondo a la izquierda era la mía. Seguramente la razón por la cual me habían dado esa era por mi procedencia judía. Cuanto más alejado estuviese de ellos mejor. <> eran las palabras que a menudo pensaba cada vez que los veía. Aquella familia, los Hoover se sentían totalmente alemanes a pesar de haber nacido en EEUU. Y sobre todo, muy orgullosos de sus raíces. Probablemente algunos de sus parientes habrían matado a gente como yo. Pero no tenía otro lugar a donde ir, ni tampoco disponía de dinero para alojarme en los hoteles de Joe.


Así pues, pese a un extraño presentimiento giré el pomo de la puerta. En ese instante me quedé congelado, literalmente. Una sensación de pánico auténtico me llevó casi a un paro cardiaco. La embriaguez desapareció de sopetón al ver aquel cuerpo escuálido, pálido y grande sentado en mi cama. No le pude ver muy bien la cara porque se la estaba cubriendo con las manos. Lloraba, lloraba mucho. Sus pequeños lamentos me dejaron sin respiración. ¿Quién era?. Me pregunté segundos después de la perplejidad. Una persona viva seguro que no. Descartado a primera de cambio. No daba apariencia de una persona viva. Entonces tenía que haber sido un fantasma. Prácticamente imposible, pero lo era. Entonces, tras un parón de bastante tiempo, sin decir absolutamente nada, levantó parsimoniosamente la cabeza y dirigió su grandes y rojos ojos de tanto llorar hacia mí. Clavó fijamente su mirada en mis ojos. Tenía la percepción de que ahondaba más en ellos. Me dijo:


—VAS A MORIR.—sus lágrimas no cesaban cual cascada de agua espumada.


De súbito moví la cabeza despacio hacia el cristal colgado a la pared que tenía a mi lado. Podía ver mi apariencia tal y como era a excepción de un minúsculo orificio en la frente. Desde dentro iba cayendo un reguero de tinta roja oscura pasando por las cejas, la nariz y cayendo finalmente en gotas de una en una al suelo. Caí como una carga pesada sin ningún tipo de valor. La botella también, menos las velas. Ellas todavía seguían bailando al son del suave apenas perceptible viento de la muerte. Empecé a llorar después de que desapareciera a la misma vez que se apagaron las llamas. Me adentré en un abismo infinito de llanto. Aquel fantasma se trataba de nada más y nada menos que mi querido amigo Teddy. Hasta después de muerto seguía sorprendiéndome. Siempre hacía que me pusiera a pensar detenidamente en mi vida. Sin embargo, no le llegué a hacer caso ni una sola vez, de lo contrario no hubiera llegado a este penoso punto en el que me encuentro actualmente. Tengo que decir los siguiente: Teddy murió en esa habitación mientras dormía después de un día agotador. Me culpo porque si en lugar de haberme ido con mi chica a pasar una buena noche lo hubiera acompañado, tal vez estuviese vivo. Lloré mucho tiempo hasta que el sueño me venció. Las palabras que dijo mi amigo se convirtieron en horribles pesadillas en las cuales siempre acababa por caerme a una oquedad enorme. Horas después dos portazos en la puerta interrumpieron mi última pesadilla. Fui a ver quien era.


—Una mujer pregunta por ti.—me dijo el pequeño Hoover al que siempre se le oía gritar por las mañanas.—Es guapa.


No tardé en pensar en Natasha. Nos habíamos conocido hace meses, desde que empezó mi calvario aproximadamente. Ella fue la que me encontró tirado en el suelo con dolores de cabeza. Desde el primer segundo quedé atrapado por su beldad. Es encantadora, joven, vivaracha, es decir, todo lo que no soy.


—Dile que me espere. Bajo en un segundo.


Cinco minutos después la vi en el umbral de la puerta. Parecía un ángel con la luz del sol de fondo. Vestía como todos los días. Su estilo bohemio le daba un toque sensual y atractivo. Lo que más destacaba de ella era el collar resplandeciente que le compré por su cumpleaños. Me deleitó con una sonrisa nívea antes de decirme:


—Jack, te extraño. No puedo prometerte lo que me pediste.—me dio un fuerte abrazo.


Habíamos acordado dejar de vernos durante un tiempo, mientras me aclaraba, pero estos últimos días estaba haciendo lo contrario y más a la madrugada cuando mi mejor amigo se apareció para darme un mensaje. Claro, también tengo que decir que siempre había tenido la sensación de estar muy cerca de él.


—Nata, no me haces un bien buscándome a cada rato. Necesito tiempo y soledad, solo eso. Cuando crea conveniente te llamaré.


—Hoy es San Valentín. El día de los enamorados. Dejame demostrarte solo hoy lo mucho que te quiero. Por favor.—se acercó un poco más a mí. Tanto mis labios como los suyos se rozaron en un abrir y cerrar de ojos. Ambos nos buscábamos pero había una barrera que lo hacía todo mucho más complicado. Era el maldito criminal. Necesitaba matarlo con mis propias manos para poder seguir con mi vida, de lo contrario, él acabaría conmigo de una vez por todas.


—No.


Simplemente me besó, de aquella típica forma apasionada que se ven en las novelas o las películas de romances. Ese beso era totalmente sincero cargado con mucho amor al cual no me pude resistir. Sin embargo la aparté de sopetón al volver a mi cabeza la escena de la madrugada. Una voz en mi interior me decía;<>


—Prométeme que serás feliz.


—¿Por qué dices eso?


—Prométemelo.


—Vale, te lo prometo.


Ahora fui yo quien la besé.


—Te quiero mucho.


—¿Qué te ocurre?.


—Nada importante.—intenté hacer el esfuerzo por borrar mi tristeza—.Acepto. ¿A dónde me quieres llevar?.


Las próximas horas estuvieron cargadas de amor y efímeros aparecimientos de Teddy. Estuvo tras mis pasos todo el maldito día. Por ejemplo, en la tarde nos fuimos a un burger. Todo iba a pedir de boca. Nata hacía hasta lo imposible por sacarme una sonrisa, gesto que le agradecí en su momento. A los pocos minutos tenía ganas de vomitar por lo que me fui corriendo al baño. En el váter lo eché todo. Generalmente tenía un color claro con tropezones de carne por doquier. El puré y la carne con patatas, pero esto último no encontré rastro. El olor, nauseabundo, peor que la pestilencia de una alcantarilla. De repente, la puerta se abrió, la luz se apagaba y encendía a cada rato. Teddy apareció en frente acompañado de la luz. Se volvió a pagar. Escuché otra vez el lamento. Pronunció mi nombre. Cuando volvió la luz ya no estaba.


Viendo que tardaba en regresar Nata entró al aseo cuando yo mantenía fijamente los ojos en el espejo, medio aturdido, otro tanto asustado. Esta vez me lo tomé más en serio.


—¿Estás bien?


—No, no estoy bien.


—¿Quieres que nos vayamos a casa?


—No ni hablar. Hoy es un día especial.


Nos volvimos a la mesa. Una vez nos acabamos las hamburguesas y las patatas ella sacó de su bolso de terciopelo barato una caja que contenía un perfume.


—Échate en la mano. Enseguida lo entenderás.


Olí la fragancia causandome un escozor en la herida abierta de mi corazón. Me puse a llorar tan melancólicamente que tuvo que consolarme con varios abrazos, besos y palabras bonitas. Me di cuenta de la increíble mujer que era Nata.


—Huele a mi niña, huele a Susan. Siempre que se despedía de mí notaba ese olor tan especial que se ha vuelto ahora. Gracias. No sabes lo privilegiado que me siento al estar junto a tí. Te mereces lo mejor y si algún día me pasa algo malo, quiero que busques a una persona que te haga feliz y me olvides.


—No entiendo. ¿De qué tienes miedo?, si yo cuando te conocí fanfarroneabas de que eras inmune al miedo.


—Es imposible de creer. ¿Qué te parece si nos vamos a otro sitio?. Empiezo a sentirme mal


—Claro, por supuesto.


De aquí en adelante tenía la certeza de ser observado por Teddy. Esta vez sí que le haría caso. Debía de cambiar radicalmente y el primer paso sería dejar de beber y fumar. El siguiente, disfrutar de la vida al máximo, sin agobiarse por nada. Mostrar una sonrisa a todo el mundo. No obstante, Teddy me ponía las cosas muy difíciles. A cualquier hora aparaecería para advertirme. Quizás lo más arduo es la idea de que en cualquier momento podía morir. Nada más relevante pasó hasta que llegó la noche. Nos fuimos a sus casa. Cenamos algo rápido y ligero y en menos de media hora nos fusionamos en un solo cuerpo para disfrutar del placer del sexo amoroso. En primer lugar Nata preparó la habitación. Quedó a la perfección. Una tenue luz rojiza, las sábanas suaves y reconfortantes, la ensalada de frutas, los preservativos, el olor...era como estar en el cielo con Afrodita desvistiendose sensualmente SOLO PARA TI. A medida que lo hacía subida encima mío me puso una venda en los ojos. Luego besos con sabor a fresa y nata. Más tarde los besos que a cualquier hombre en la faz de la tierra le harían subirse por las paredes desde la barbilla, bajaba lentamente hacia abajo produciéndome una gran excitación. Me quitó los pantalones, me dió un beso en los calzoncillos, estos desaparecieron enseguida. Ahora, si que estaba completamente desnudo. Era la dueña de mi cuerpo, con lo que podía hacer lo que quisiera. Además tenía los brazos atados a los brazos de la espaldera de la cama.


—¿Te gusta?


Con solo verme la cara supo la respuesta. Y más cuando empezó a masajearme el miembro en estado de erección. Segundos más adelante se lo puso en la boca. Lo saboreaba cuan helado de chocolate.


—Me encanta.—dijo ella mirándome un instante a los ojos.


No me dejó actuar una hora completa. Había hecho de todo. Cuando me soltó, yo ya no era Jack Vispano, sino un animal en celo. Cinco minutos bastaron para satisfacerme.


—Lo siento cariño.


—No pasa nada. En la segunda ronda aguantarás más.


—No creo. Esto ya no se me levanta hasta pasados dos días.


Se acostó sin ni siquiera contestarme. Me puse colérico porque sabía que estaba insatisfecha.




Al día de hoy mi querido amigo Teddy no me ha vuelto a visitar. En cierto modo lo extrañaba. Aunque lógicamente me daba miedo su nuevo aspecto algo del antiguo Teddy había quedado muy en el fondo. Él era un buen chaval. Nunca encontré un defecto, tal vez lo escondía muy bien. En cambio yo tenía muchos y todavía por descubrir. Puede que suene raro decir que no me conozco ni a mí mismo pero es verdad. Tengo muchas más facetas que han quedado guardadas en una especie de baúl cerrado con llave hasta nueva orden. ¿Me pregunto si será la hora de llamarlas?.


Jack había muerto en el pasado tres veces. Cada cierto tiempo se iba regenerando, como la piel de una serpiente. La primera, la muerte de mi abuela, la segunda, el fatídico suceso de mi familia y la última, el encuentro con Dexter, el psicópata más buscado del planeta entero. Creo que ahora que estoy escribiendo, está en proceso de creación un nuevo Jack, uno mucho mejor que los anteriores.





¿Qué contestarías si te pregunto cual fue el destino de Jack Vispano?


El agente de la policía de Oakbak sigue tan vivo como tu y como yo. Está completamente convencido de que Dios le ha dado una segunda oportunidad, piensa que es especial al ser advertido por su mejor amigo. A partir de ahora hará las cosas bien para ir al cielo. ¿Yqué fue lo primero que hizo?. Llamar.


—Ray. Necesito un favor muy urgente.


—Jack, maldita sea, son las doce de la noche.


—Yo te salvé el culo aquella vez cuando…


—Está bien. ¿Qué es lo que quieres?.—le interrumpió.


—Un milagro.


—¿Cómo?


—Necesito hablar con mi hijo en este preciso momento.


—Imposible. Estarán durmiendo ya.


—Venga, vamos. Tu eres un pez muy gordo dentro de la policía. Algo podrás hacer.


Silencio.


—Podría decirle a Marck…


—Hazlo. Voy ahora mismo.


—¿Qué es lo que le tienes que decir?


—Voy a entregarme. Voy a destapar la verdad. Soy el verdadero asesino de mi esposa. Fui yo quien la empujé, no mi hijo.


—¿Te estás quedando conmigo?


—No joder.—empecé a llorar de desesperación.—tengo que decirle que le quiero y que saldrá de ese infierno en el que le metí yo.


—Dios mio...lo que tienes que hacer es tranquilizarte. No hagas...


Colgó.


Salió despavorido a la velocidad de un rayo por la puerta del hostal sin dar explicaciones a nadie. Por suerte aún guardaba las llaves del viejo y destartalado Jeep al que tanto aprecio le tenía en sus años de juventud. Estaba guardado en un garaje cerca de la mansión de Joe y su familia. Como alma que lleva al diablo condujo por las carreteras vacías sin atisbo de coches ni personas, ni animales, nada. Aún conservaba la potencia de sus mejores días. Era fenomenal para Jack, pues en esos minutos en los que tenía las manos fuertemente apretando el volante se sintió joven, la época de oro para él. Por aquellos tiempos todo funcionaba en su vida. Así que movido por la felicidad que sentía recordar viejos y agradables tiempos sonreía a más no poder. Algunas veces se le ponían los ojos llorosos. Quince minutos fueron felices y uno solo el más desdichado de su vida. En la carretera extensa principal hacia donde directamente te llevaba a las puertas de la cárcel una figura vestida de negro con una capucha y una braga que le confería un aspecto terrorífico se puso en medio. Frenó justo a tiempo. El lado frontal del coche topó sus espinillera . Allí estaba su peor enemigo mirándolo penetrantemente, la cual era única en el mundo. Dexter era el vivo reflejo de los males del ser humano; el odio, el desprecio, la violencia, la apatía…


De su bolsillo sacó una pistola. No le dio tiempo a decir media palabra. Disparó sin pensárselo un segundo. Jack Vispano, como cualquier persona el el planeta Tierra no se había escapado de la muerte. Las lágrimas de su amigo eran por esto. Aseguraba con rotundidad que Jacka a pesar de lo que había hecho su corazón era bueno.


Tres horas más tarde Ray le daría la mala noticia a su hijo, el cual a pesar de todo lloró y a Nata, la cual de aquí en adelante sufriría muchísimo


FIN

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