martes, 17 de junio de 2014

EL PODER DE LA MÚSICA



La gran sala del castillo estaba atestada de todas las clases sociales del reino.
Se celebraba  la titulación de jóvenes talentosos que habían estado estudiando desde muy pequeños en la prestigiosa universidad musical.
Aquella noche de calor sofocante hacía chorrear perlas de sudor a la gente aunque ni siquiera esto era un impedimento. Los hermanos Vargados eran los que peor lo pasaban, pues había llegado su turno, tenían que demostrar todo lo aprendido al rey. Por encima de todo  la canción que habían compuesto para esa ocasión tenía que emocionarle. Rere y Dodo tenían más confianza en  sí mismos o al menos eso querían aparentar, en cambio Sisi y Lala lo estaban pasando mal.
La música armoniosa comenzó a salir de los instrumentos con tal sensibilidad y provista de sentimentalismo que dibujaron  sonrisas en los rostros del público, disfrutando con enorme placer.
En el transcurso de la canción la seguridad iba acrecentándose en las chicas pero disminuía en la de los chicos. Solo el profesor pudo apreciar los fallos que cometieron.
Pero de pronto, algo parecía andar terriblemente mal, insólito e inexplicable. Nadie podía oír nada, ni siquiera los Vargados que intentaron tocar más fuerte pero el resultado fue el mismo.
Pararon, se miraron y empezaron a decir:
-Dodo, ¿me oyes?-Rere hizo un gesto con el dedo apuntándose a la oreja, creyendo que solo él se había quedado sordo.
-No.-se asustó él también.
-Chicos, no puedo oír.- Lala hizo el mismo gesto que su hermano.
Al igual Sisi lo hizo. Esta, la más aterrorizada. Gritaron al unísono al mismo tiempo que veían formarse un tumulto de personas enloqueciéndose por momentos. Lo que peor llevaban era sentir el silencio completo, espeso, instalarse por doquier aun a pesar de la barahúnda.
Nadie sabía lo que estaba ocurriendo pero una persona se hacía una idea lejana, imposible de creer.
Sisi vio eso reflejado en sus ojos. Se acercó lentamente mientras los demás seguían alborotados.
-Sabio, explíqueme esto.-el anciano pudo leer en sus labios lo que decía.
-Ven conmigo, rápido.-gesticuló lentamente para que la entendiera.
Desaparecieron entre todo el gentío. Cuando llegaron al hogar del humilde hombre lo primero que hizo Sabio fue sacar de una cartera hecha con cuero unos pergaminos conservados en perfecto estado aunque tenían una apariencia antiquísima.
Cogió la pluma y escribió:
-Niña, esto que vas a ver no se lo cuentes a nadie. Esto ha sido heredado de generación en generación, pues tiene un gran valor.-después la miró, con gesto de preocupación.
Ella cogió la pluma para decirle:
-¿Qué va a ser de nosotros sin música?.-sus ojos estaban encharcados en lagrimas, sin atisbo de esperanza. Una pequeña lágrima fue a parar a las letras de tinta.
Sin más le mostró unos dibujos sorprendentes. Mostraba la representación de un lugar de profundidades infinitas y estatuas gigantescas alrededor de un mar. Por arriba caían aguas espumosas que formaban  preciosas cataratas.
-Según contaba mi padre estos son los cinco Pétreos del silencio. Hace milenios, cuando se despertaron, ocurrió una cosa semejante, se conservan con tanta precaución estos dibujos porque pueden darnos pistas y servirnos de solución a este acuciante y temido problema.-se quedaron un momento escrutando los dibujos.
-¿Entonces dice que estos nos han quitado nuestro sentido más maravilloso? ¿cómo?-al parar de escribir se quitó las lágrimas con las manos.
-Nadie sabe. Hay muchas preguntas y conocemos pocas respuestas. Unos dijeron que expulsaron de su boca vibraciones y eso hizo desaparecer el sonido. Otros, dijeron que enviaron formas invisibles hasta nuestros dominios y sin darnos cuenta les sacaron el tímpano. Únicamente puedo decirte con certeza que los humanos estamos destinados a hacer un segundo viaje.-le puso la mano arrugada en el hombro y después la abrazó.
-¿Es qué hubo un primer viaje?.-escribió asombrada.
-Si, por supuesto y gracias a él conseguimos nuestro sentido.-paró un momento de escribir, la miró y después continuó.-Pero nunca volvió. Quiero decir, el que se aventuró hacia las tierras desconocidas lo más probable es que no hubiera sobrevivido a las malezas, caminos escabrosos y pantanos verdosos. Más allá de los lindes de nuestras tierras los caminos están llenos de peligros.
-Entiendo.-fue la última palabra que escribió aquella noche.

Ahora todo era diferente. Sin sonido ningún humano podía sonreír, para ellos era la esencia de la vida, algo muy especial que de improviso había desaparecido, nadie sabía si algún día la música iba a volver a sus oídos.
Los días carecían de entendimiento y las noches eran puro enloquecimiento. El silencio estaba muy presente, poco habitual en el Reino Sinfonía.
Los hermanos Vargados, después de comprender lo que había dicho la angelical Sisi, decidieron asumir la responsabilidad, por el bien de todos. Para ello no había día en el que no se ponían a pensar en lo que se refería a los dibujos que le había entregado el Sabio a Sisi aquella noche.
Pasaron los días y las noches hasta que al fin encontraron una pista. Los pergaminos contenían en segundo plano unas palabras grabadas en un idioma antiguo pero que conocía el sabio. Los rayos del sol los descubría.
-Sois estupendos. Han pasado milenios y nadie se dio cuenta, ni siquiera yo,¿ cómo hemos podido estar tan ciegos? Pero ¿y esta  partitura, para que servirá?. Mi padre no me habló de ella nunca.-se quedó pensativo después de escribir.- Partiréis esta misma mañana a buscar el corcel del que habla este texto. No sin antes comunicar al rey de vuestras intenciones esperanzadoras.-los miró por última vez, pensando que algo se le olvidaba decirles.
Consiguieron la entrada a sus aposentos  aunque con mucha insistencia.
Cuando entraron a la alcoba, toda decorada con adornos populosos vieron lo nunca visto.
El rey se encontraba en pésimas condiciones. Junto a él, estaba sentada en una silla la reina, triste.
Rere, el segundo hermano, sacó unos pergaminos para escribir.
-Lady Daniela. Me complace deciros que albergamos esperanza en nuestros corazones y este es el motivo.- Rere le mostró los dibujos y la partitura y también le contó todo lo que sabían.
-Me parece una locura, eso es lo que me parece.-escribió rompiendo a llorar.-mi rey no puede vivir sin música. Ama la música más que así mismo. La universidad la creó con el fin de que se pudiera perfeccionar la calidad de los músicos para enamorar sus sensibles oídos con bellas canciones, pero-paró de escribir-todo se ha acabado. Solo espero que no cometa una locura.
-My lady. Si me permite le diré que no puede ser tan pesimista. Después de lo que os ha contado mi hermano, tal vez haya solución. Nos arriesgaremos nosotros, en nombre del reino.-al terminar de escribir le mostró su valentía cerrando los puños en el aire, con fuerza.
-¿Qué pretendéis hacer?
-Dejarnos llevar por el destino por medio de un viaje incierto.-escribió Lala, que hasta ese momento se había mantenido detrás.-somos conscientes del peligro que corremos pero hemos de hacerlo.-la reina vio en sus rostros seguridad, por lo que asintió con la cabeza, bailándole una pequeña y tímida sonrisa.  Cogió la mano de su marido y suspiró.-Primero comunicaremos a todo el mundo esta noticia. Han de saberlo.-escribió una carta plasmando la noticia con todo lujo de detalles. Una vez lo hizo, envió al águila real con la carta a la ciudad.-pero no podéis partir vosotros solos. Os proporcionaré una docena de caballeros para que os protejan de todo mal.
-Me temo, Lady Daniela, que por muchos caballeros que nos mandéis estaremos desprotegidos.-se puso de rodillas y le dio un beso en la mano.-pero no desprecio vuestro ofrecimiento.
Un poco más tarde se fueron a escondidas de la ciudadela, mirando atrás, a cada rato, cabizbajos. Detuvieron durante todo el camino en su cabeza el momento en el que se despidieron de sus familiares, por lo menos eso les reconfortaba.
Perduraron en sus memorias el ritmo de la última canción. Silbaban, cantaban, tocaban sus flautas preferidas aunque no podían oír y cuando se percataban de eso, se les inundaba el cuerpo de rabia. Los guerreros trotaban con suma elegancia, transportando las vituallas.
Pocas veces habían sentido una unidad entre ellos, como si fueran una sola fuerza. Normalmente cada uno intentaba mantenerse alejado del otro, esquivar encontronazos, contarse lo menos posible acerca de uno mismo. Si no fuese por la apariencia similar no pensaría nadie que fueran hermanos, eran muy diferentes pese a que tenían en común un don, el de la música. Se podría decir que hace poco les había unido más,  junto con este suceso, pero de todos modos todavía existía un aire intenso entre ellos.
Durante el viaje tuvieron que elegir el camino correcto. En frente se perdían a lo lejos dos caminos, tapados por un manto de niebla, separándose uno del otro. A la izquierda un camino terroso, flanqueado por una hilera de altos robles. Estaban tan unidos que las ramas se entrelazaban como telarañas. Las raíces, se ocultaban en la tierra.
A la derecha uno tortuoso, este presentaba un  aspecto más atroz y desconfiado pues en el suelo se levantaban pedruscos, los arboles parecían formar una especie de arco al estar tan doblados, por ello las hojas estaban a una altura humana por lo que podría ser molesto para ellos.
Dodo, el mayor apuntó con el dedo hacia el camino de la izquierda. Se puso a su favor Lala y gran parte del séquito, pero los otros se detuvieron. No se fiaban, incluso la pequeña Sisi presentía algo malo.
Dodo sacó de nuevo los pergaminos y la pluma.
-Hacernos caso, este es menos arduo y a la vista está que es seguro.
-No y no.-Sisi frunció el ceño y se cruzó de brazos.
Dodo se dijo así mismo: ´´niña mimada, ojala te mueras.`` Pero lo que escribió fue otra cosa:
-Haz caso a tu hermano mayor.
-Déjala en paz ¿Por qué no vas tú? demuéstranos la seguridad del camino.-esta vez Rere gesticuló despacio.
Dodo asintió convencido de sí mismo. Se acercó rápidamente. Al pisar la tierra notó que se movía en círculos y lo metía hacia dentro. Gritó, desaforado. Estos corrieron en su ayuda, al igual los guerreros, le cogieron de los brazos para sacarlo con todas sus fuerzas. Se debilitaban por momentos creyendo que era la última vez que lo veían con vida. Sisi se cayó al suelo, agotada pero Lala y Rere persistieron, logrando el rescate.
Suspiraron, abrazándolo. Se quedaron unidos durante un buen rato, sintiendo el amor entre hermanos que desde hace tiempo no salía.
Después de llegar a la otra punta observaron extensos campos de trigo a merced del sol que se manifestaba con más intensidad. Descansaron a la sombra de la copa de un árbol. Los guerreros tuvieron que aguantar el calor, deshidratados.
-Hemos llegado, este es el sitio del que hablan los pergaminos.- Rere mojó la pluma en el tintero antes de escribir.
-Pero ¿cómo sabremos donde está el corcel?-escribió Lala.
-¡Diantres! en los pergaminos no pone nada.-escribió Dodo con el rostro sombrío.
-¿Qué vamos a hacer ahora?.-escribió Sisi, a punto de llorar.
-Estamos perdidos.-cuando acabó de escribir Rere, se dio cuenta de que los tinteros que había colocado con sumo cuidado en su bolsa se habían regado. Se enfureció.
Al verlo en ese estado todos supieron porqué era y ellos también se enfadaron. Sin la tinta ya no podrían escribir de modo que tampoco podrían comunicarse de forma clara, solamente les quedaba la gesticulación.
Sisi saltó de alegría. Todos se quedaron extrañados sin conocer el porqué de su comportamiento.
Ella, sin embargo no paró. De pronto observaron su boca, parecía que estaba cantando. Leyeron muy difícilmente sus labios y en su mente apareció la canción más marcada en sus infancias puesto que les recitaba siempre, después del ocaso, su madre, antes de morir.
El ocaso maravilloso se acerca.
Las estrellas color plata están cerca
también y la pálida luna llena alumbrará la cerca
de los dominios de Alebosí y todas las tierras yermas.
Una palabra nada mas necesitarás en este día de luna llena
y en este desolado lugar para que aparezca de tal forma que nunca olvidarás.
Pero es indispensable que la pronuncies bien, pues de lo contrario nunca jamás lo verás
 La palabra mágica que pronunciarás
Es; Clarimonicadosferoribunoushakakisdasina
Hasta ese momento nunca supieron que les iba a hacer falta, ni tampoco que existiera en verdad.
Sisi con destreza pronunció la palabra. Lo hizo correctamente ya que cuando tenía cinco años lo intentaba todos los días pues suponía un reto para ella.
Para asombro de aquellos muchachos y su séquito, aquel corcel alado, níveo como la nieve apareció en el cielo, dejando una estela brillante detrás. Planeó durante un tiempo y después aterrizó ante ellos.
Todos se quedaron perplejos, viendo la beldad infinita del corcel. Sisi se acercó con una sonrisa para acariciarla, al igual lo hizo Lala menos los hombres que prefirieron mantener la dureza viril. Para asombro de Dodo, Rere se acercó también, eludiendo su mirada. Entonces, se levantaron unas carcajadas entre el séquito pero como no oía Rere no se alteró.
Partieron de inmediato. Sisi y Rere se montaron en el caballo disfrutando de un viaje espectacular por aire. Abajo todo era como motas de polvo y arriba casi acariciaban las nubes de algodón. Por primera vez Rere se sintió niño, algo que anhelaba demasiado.
Solo Dodo se conservó maduro y circunspecto todo el camino pero algo dentro de él le decía que no tendría otra ocasión, que sería una emoción especial, aun así siguió igual de serio que siempre.
Llegaron a una especie de túnel que pasaba por el centro de un elevado pliegue. Desde los flancos se extendían unas torres blancas unas en frente de otras hasta que desaparecían a lo lejos, a miles de kilómetros. Estaban demasiado pegadas como para que lograran pasar en medio de ellas y eran demasiado altas como para que pasasen volando por arriba puesto que las nubes las cubrían. No tuvieron más remedio que pasar por el túnel oscuro.
A todos les infundía temor, incluso a los guerreros, incluso al Dodo de piedra.
Sus corazones palpitaban con celeridad, sus pasos en cambio se adentraban parsimoniosos, en fila.
El caballo, que se había convertido en  guía del viaje lo llevaba Rere, el primero de todos. Intentaba creerse a sí mismo que ese túnel no le daba miedo pero no podía mentirse. El temor le vencía por momentos, a medida que se acercaba más y más y más. En el umbral se detuvo, suspiró dos veces lentas y prosiguió. Los trotes del caballo producían un eco aterrorizador, para la suerte de ellos, no los pudieron oír.
Cuando todos estuvieron dentro notaron una ligera sensación de agobio y que se acrecentaba cada segundo que pasaba. En sus pensamientos pasaron cosas sórdidas que les confundía. La pequeña gritaba con todas sus fuerzas pero nadie la podía consolar.
Todos esbozaron una sonrisa agridulce al oír una extraña y perturbadora canción pero de repente un sonido agudo les reventó el tímpano. Cayeron al suelo encharcado de lodo, asustados pero inmediatamente continuaron  puesto que vislumbraron una pequeña luz al final.
Cuando salieron a la luz se dieron cuenta de que la pequeña no estaba. Ninguno se atrevió a entrar otra vez pero querían recuperarla hasta cuando la dieron por muerta después de esperarla un buen tiempo apareció toda cubierta de barro. La abrazaron muy fuerte, quitándole el barro de la cara para darle besos.
Continuaron el trayecto al albur de un destino incierto hacia los confines del extenso terreno yermo. El cielo cargado de nubes les advertía de la llovizna previa. A esas alturas y sin ningún abrigo donde poder refugiarse ya denotaban unos rostros cansados. Mientras caminaban se sacaron frutos frescos y pan para comer, era lo único que les quedaba.
Más después el camino se hizo cada vez más estrecho, oculto por una arboleda. A unos pasos más se toparon con una cueva donde acamparon hasta el siguiente día. Como pudieron se apretujaron los hermanos al fondo donde conciliaron el sueño a mitad de la noche.
Había sido un día agotador, todos estaban deseosos de ir a casa y algunos se arrepentían de haber venido pero ya no había marcha atrás. Tenían que encontrar aquel lugar y derrotar a los Pétreos para devolver el sonido a todo el mundo, lo que no sabían era que para ellos nunca más iba a existir el sonido después de ese pitido.
Al siguiente día parecía más prometedor. El sol reinaba con todo su poderío en lo alto, en medio de un cielo límpido azul. Siguieron el transcurso del río durante gran parte de la mañana y llegaron a un lago enorme a mitad de la tarde.
Dodo junto a Sisi se montaron en el caballo pero los demás no encontraban la manera de llegar al otro lado si no era nadando. Después de mirarse los unos a los otros se metieron al agua fría. Finalmente lo lograron.
Después pasaron por un puente largo, nadie pudo mirar el abismo oscuro de abajo mientras cruzaron. Al pisar el suelo liso del otro lado vieron un paso hecho solamente con tablas de madera y unas cuerdas que las sujetaban. Abajo corría un río blanco donde veían las puntas afiladas de unas piedras.
Más de uno no se atrevió a cruzar y hubieron otros que abandonaron la misión, esto era mucho peor que lo de antes. A lágrima tendida  lloraban las hermanas las cuales fueron bofetadas fuertemente por Dodo y obligadas a pasar primero. Rere se enfrentó a él con la espada de uno de los caballeros. La esgrimió con gesto solemne, le embargó la ira acumulada de todos los anteriores años y descargó contra él.
Dodo fue rápido y esquivó la espada a tiempo por lo que su hermano cayó, miraron sin poder creérselo  como su hermano impactaba en una de las rocas, su sangre manchó la blancura intacta del agua.
Lala y Sisi lo intentaron pegar con todas sus fuerzas. Él se quedó paralizado, había pasado todo muy rápido, de repente se había quedado sin hermano. Sus lágrimas eran de puro dolor.
Siguieron el camino, cabizbajos. Ni siquiera el vértigo les atemorizaba ahora.
Allá la inmensidad de los pétreos les esperaban y el mar infinito cubría casi todo.
Había llegado el momento más difícil. Tenían que vencer a los pétreos y lo peor era que no sabían cómo.
Sisi apuntó a los pequeños escalones de las paredes adivinando el camino para llegar hacia ellos. Todos estaban pensando lo mismo ´´¿y después qué?``, ´´¿cómo les venceremos?``
Dodo ordenó a los guerreros caminar hacia los escalones de los dos lados. Mostraron valentía al atreverse a hacerlo sin ninguna queja. Despacio caminaban pegados a la pared sin mirar abajo.
A esas alturas del viaje habían perdido todas las esperanzas. Se decían que habían llegado hasta allí de milagro, arrepentidos de hacerse los valientes, que eran simplemente unos chavales fanáticos de la música, solo eso, que no eran ni por asomo los héroes que pasarían a la historia guardados en las historietas que relatarían los juglares.
Dodo les hizo señas para que volvieran pues habían abortado la misión ellos también.
Sisi no se lo creyó. Les dirigió una mirada pensando que a esas alturas no se podían rendir.
 Se volvieron hacia atrás destrozados por completo, menos la hermana que empezó a cantar.
Los tres sacaron sus flautas, al unísono sin saber porqué lo hacían. Dodo sacó la partitura misteriosa y empezó a tocar, le siguieron Rere y Lala, haciendo una pequeña piña, al mismo tiempo que unas lágrimas cristalinas caían de sus ojos y se deslizaban con movimientos de serpiente hasta caer  al mar, integrándose en la infinidad de gotas.
No les hizo falta oír el sonido de las flautas para sentirla en el fondo de sus corazones.
Sus ojos se abrieron como los de un búho cuando los Pétreos tomaban vida y se acercaban con pasos lentos contra la fuerza del mar. Lanzaron piedras hacia los muros donde estaban ellos, sin fortuna. Muertos de miedo siguieron tocando pero con más fuerza al tiempo  que hacían cabrear y debilitar a Los Pétreos. Siguieron insistiendo, sus ímpetus eran muy poderosos. Estaban muy cerca de ellos, uno atizó su brazo forzudo en medio de ellos con lo que partió la puerta, mientras que los otros lanzaban bolas hacia los lados donde todavía permanecían inmóviles los soldados, de pronto los Pétreos se quedaron quietos y se disgregaron en trozos muy pequeños.
Las hermanas perdieron el equilibrio, estaban a punto de caerse pero su hermano las cogió de la mano en el último segundo.
-¡Aguantar, por favor!.-Dodo gritó descubriendo la más dolorosa de las verdades, aun no podía oír. Empezó a llorar, aguantando la carga de sus hermanas que también la habían descubierto.
Dodo aguantó con todas sus fuerzas. Se había dado cuenta en ese momento de que sin ellas no podía vivir. Se lamento por todo lo malo que les hizo. Rezó a los dioses que lo ayudaran pero comprendió cuando se les resbalaba sus manos y las vio caer al agua que no existía dios alguno, todo había terminado con un final triste.
Solo quedaba él en pie, sin nada que lo anime a seguir viviendo. Dio un pequeño paso hacia el filo del peñasco. Miró hacia abajo a punto de tirarse.

Diez años después la gente del reino celebraba el día en que volvió la música a sus oídos con festines a mansalva y bailes populares. Se respiraba un ambiente alegre y a la vez triste por la muerte de los héroes.
Los reyes mandaron a componer una canción en honor a los Vargados. Siempre que venía el día de la celebración los músicos la tocaban.
Aquel día no iba a ser una excepción. Todo el mundo cantó apoyando a los padres que todavía no se habían recuperado de la tristeza. Levantaron las copas y el rey dijo:
-Señores y señoras, damas y caballeros. Hoy se cumple diez años de cuando por suerte y gracias a nuestros queridos héroes volvió la música a nosotros. Quiero celebrarlo y a la vez guardar un minuto de silencio por la pérdida.-dijo con ojos lagrimosos.
El silencio se quebró a mitad con los lloros incesantes de los padres.
-Animo. Nosotros os apoyaremos y os...-el sonido de la puerta al abrirse  interrumpió a la reina.
No vieron quien era hasta que la gente formó un pasillo, asombrados.
Los trotes del corcel era el único sonido en aquel momento de impresión.
-¡Hijo!.-la madre corrió hacia él para abrazarlo.-¡Has vuelto!
-Madre, la he extrañado mucho durante todo este tiempo.-Se apeó para dirigirse hacia el padre.
-¿Y tus...?-el padre repleto de ilusión miró a todos lados.
-Ese túnel nos dejó sin tímpanos así que no puedo escuchar. Ellos...murieron-dijo llorando-fue mi culpa. Se me resbalaron de las manos y Rere-silencio-Rere se enfureció conmigo y cayó al mar.
-Dioses, ¿de qué túnel hablas hijo mío? y ¿Por qué murieron?-el padre lo miró a los ojos.
Dodo pudo leer en sus labios lo que dijo
-Verá padre, antes y me arrepiento, antes odiaba a mis hermanos. Pensaba que no los quería pero me di cuenta muy tarde de lo contrario. Cometí una estupidez detrás de otra.-reventó a llorar.
Todos los días rezaba por sus hermanos. Pasaba lentamente por sus alcobas recordando aquellos momentos cálidos cuando todo estaba contaminado por la felicidad, las risas y los juegos.  

Finalmente pudo recobrar un poco de felicidad con la chica con la que se casó pero no había un solo día en que no no recordaba aquel momento después de la muerte de sus hermanos cuando prefirió vivir porque pensaba que morir era de cobardes.

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